Ningún otro mexicano ha llegado con su comedia a tantos países de habla hispana como lo hizo Roberto Gómez Bolaños, Chespirito,
el escritor, guionista, director, actor y cómico cuyo humor podía ser
disfrutado de la misma manera desde México hasta Argentina y quien falleció este viernes a los 85 años en la ciudad de Cancún.
Pero, ¿cuál era el secreto en las comedias de Chespirito que lo hacían tan universal?
Hay quienes consideran que sus producciones se basaban en un humor
simple que capturó un momento de la realidad de México que se reproducía
por muchos países latinoamericanos; pero también quienes critican la
comedia de “pastelazo” en la que fue decayendo con los años.
“Es un humor sincero, es un humor que sale del corazón. No es un
humor que está tratando de hacer reír, simplemente, nos permite
reflejarnos como sociedad y ver el lado positivo. Es un humor muy limpio
también, que en esta época es muy difícil lograrlo”, considera
Alejandro Herrera, maestro en estudios de arte de la Universidad
Iberoamericana.
Para el crítico de televisión Álvaro Cueva, Chespirito fue
un comediante que tuvo la capacidad de aprovechar el lenguaje televisivo
y crear guiones originales que podían entretener “a niños y adultos por
igual”.
“Es un humor muy de su época, un humor que es la cristalización de
todos los elementos que lo nutrieron a él en algún momento. Desde la
genialidad de un Chaplin, o un Cantinflas, hasta lo que se podría hacer técnicamente en la televisión mexicana de los años 60 y 70”, afirma Cueva.
Luis Carrasco, profesor de Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) considera que Chespirito tuvo la inteligencia de contar historias con un grupo de actores “muy talentosos”.
“Sin duda tenían mucho carisma los personajes. Son personas que
podemos encontrar en cualquier país: en la colonia, en la escuela, en la
familia. Eso ayudó mucho a este éxito que tuvo formidable”, agrega.
¿Cómo era su humor?
Una de sus series más difundidas por el continente fue El Chavo del 8,
la historia del niño que vivía en una típica vecindad de mediados del
siglo XX en México, con una vida con carencias a la que le pintaba buena
cara, y un par de familias disfuncionales viviendo a su alrededor.
“Cada uno de los personajes de El Chavo reflejaba una parte
de nuestra sociedad que nos es inmediata. Hoy en día sigue habiendo la
niña mal geniuda, sigue habiendo el niño consentido y malcriado, que se
sale con la suya y que queremos que sea castigado”, explica Herrera.
En esa serie, no solo los mexicanos, sino muchos habitantes de
Latinoamérica podían verse reflejados: “sería trágico pensar que un niño
vive en un barril, el hecho de que lo veamos tan vulnerable, nos hace
ver nuestras propias vulnerabilidades e identificarnos con ese
personaje”.
En la vecindad de El Chavo están “todos los personajes que
podemos encontrar en la vida cotidiana. Y es parte del éxito, de alguna
manera había un poco de crítica social, a las injusticias”, opina
Carrasco.
Y aunque para muchos sea un programa infantil, el también profesor de
la Universidad Autónoma de la Ciudad de México considera que era una
serie para adultos, con actores representando a niños para que un
señalamiento a la pobreza “pareciera todavía más inofensivo o menos
directo”.
Lo bueno
Además de ser la mente tras un humor “universal”, como lo definen los
analistas, a Gómez Bolaños le es reconocida su capacidad para innovar
en un momento en el que la televisión estaba bajo un fuerte escrutinio
de las autoridades.
“Para entender el humor de Chespirito, hay que ponerse en el contexto donde Chespirito desarrolló su humor”, dice Cueva, quien valora la capacidad de “romper con esquemas” del creador de El chapulín colorado que a su vez fue guionista de programas como Los Polivoces.
En sus programas “tenían que manejar un tipo de humor y un tipo de
denuncia que no fuera directa. Ni pensar en cuestiones de tipo político
que hoy se puede manejar”, y los personajes de Gómez Bolaños “intentaron
hacer una forma distinta de contar historias y situaciones, con todas
las limitaciones que existían, pero a través del humor”.
“La risa no era por medio de un doble sentido, o por medio de
menospreciar o ser irónicos. Sino de resaltar las idiosincrasias de
nuestra sociedad de una manera muy sincera, yo creo que ese es gran
parte de su éxito”, dice Herrera.
Pero también hay críticas a los elementos que usó para crear comedia.
Lo malo
Ñoño era gordo, Quico tonto, doña Florinda malhumorada, doña Clotilde una “bruja”… los personajes de Gómez Bolaños en la serie de El Chavo del 8 constantemente recurrían a las burlas hacia los demás, recuerda Carrasco.
“En sus programas había un auténtico bullying. Todo el mundo se
burlaba de todos, todos contra uno, y era algo muy normal. Y si en esta
época se planteara lo que sucedía en esos programas, no creo que fuera
tan aceptado o qué tantas críticas pudiera ocasionar”, opina.
El profesor de la UNAM también critica que Chespirito tuvo
“comenzó a responder a cuestiones más comerciales” en lo que llama su
“segunda etapa”, cuando sus producciones pasaron de la televisora Canal 8
a la de Televisa.
“Ya no le apostaba a los diálogos, a las historias, sino al humor del
pastelazo, de insultos, de burlarse de los defectos físicos”, agrega.
Otros críticos señalan que Gómez Bolaños recicló sus chistes a través de diversas temporadas de El Chavo del 8
o de otros de los programas cómicos que produjo en las siguientes
décadas. Pero tanto Álvaro Cueva como el maestro Herrera lo consideran
algo normal.
“Todos los comediantes que desarrollan un estilo lo profundizan a lo largo de su carrera. Y Chespirito fue lo que hizo. No veo nada de malo que repita recursos de un programa a otro, lo hacen todos”, dice Cueva.
Herrera considera que Chespirito recurrió a su “cajón” de
guiones que le funcionaron a lo largo de su carrera. “Lo más importante
es que él tenía un toque muy particular sobre qué funciona con el
público, qué le gusta, y sabía cuando repetir una broma”.
¿Un éxito irrepetible?
Chespirito se lleva muchas definiciones elogiosas, desde todas las posturas.
“Es el más grande creador de contenidos que tenemos en México”, como
lo define Álvaro Cueva; el creador de programas de televisión “muy, muy
inteligentes, con una estrategia narrativa poco usual”; hasta “una
persona muy importante en la transformación de la manera de hacer un
tipo de humor”.
Desde que sus programas salieron al aire y llegaron a muchos países
de América Latina y otros continentes, ningún otro comediante ha
repetido tal éxito, al nivel de que las telenovelas mexicanas,
consideradas por los analistas como el producto televisivo de mayor
exportación del país.
“Creo que es la televisión que deberíamos estar teniendo, porque es
muy sincero y muy abierto de dejarnos ver nuestros defectos, de dejarnos
ver nuestras debilidades, pero lo hace con un total respeto. Y eso es
lo que nos hace reír”, dice el maestro Herrera.
Pero los programas de la actualidad tienen guiones con un humor muy
local, muchos basados en el albur mexicano que no tiene el mismo sentido
en otros países, considera Carrasco.
“Los programas que ahora tenemos, ‘humorísticos’, no tienen nada que
ver con los programas de los 60 en cuanto a construcción de historias,
de situaciones. Era un humor que no iba por lo fácil de reírse, sino por
las cuestiones situacionales que se estaban dando”, opina el profesor.
De ahí que no haya expectativas entre los analistas de que pueda surgir por lo pronto un nuevo Chavo del 8, o un Chapulín colorado entre programas “con base en juegos de palabras, muy corriente, con base en situaciones muy predecibles”, dice Cueva.
Chespirito definió su humor con una frase de El Chavo: “fue sin querer queriendo”. ¿Habrá otro comediante mexicano que diga “no contaban con mi astucia”?
Fuente: CNNMéxico